El 1 de junio, miércoles, el tren Alvia 04095 tenía prevista su salida
a las 9,15 con destino a Ferrol. Pasan los minutos y los viajeros se van
arremolinando en los vomitorios de acceso a las vías 16 y 17, mirando a las pantallas con creciente nerviosismo y en
espera de poder leer alguna información. Las pantallas están calladas pero el runrún
va en aumento. A las 10,45 las pantallas indican que podemos embarcar por la
puerta 17 hacia el tren más alejado de la estación. Pasamos el control de
seguridad y con el paso acelerado superamos el tren de 13 unidades y accedemos
al siguiente. Personal de RENFE nos indica que podemos ocupar cualquier asiento
de cualquier coche porque en Medina del Campo cambiaríamos de tren. Pasado un
cuarto de hora, iniciamos la marcha, pero hacia atrás, para ocupar el sitio que
ocupaba el tren al que antes habíamos superado y que había ya salido. Llegamos
a Segovia y paramos. Nos advierten por megafonía que estaremos parados una hora
y que podemos bajarnos del tren.
La primera parada turística en Segovia, no sería la última
Consumida la espera, cambiamos de tren y salimos para Zamora y
llegamos a las 13,30. Nos comunican que haremos una parada de 40 minutos y que
podemos acercarnos al bar donde podremos recoger una bolsa con un bocadillo,
una fruta y una botella de agua. Como dijo
Stanley Payne hace unos días en
El País y en FAES , “los españoles aguantan mucho”; se oyen los comentarios en
el móvil “No sé si llegaremos en Navidad”. “No nos dicen a donde nos
llevan”. “Nos dan un bocadillo, como si
estuviéramos en la cárcel”; algunos lleva sus billetes en la mano para
acreditar “su derecho” al bocadillo. A las 14,15 reiniciamos la marcha, a la
hora que tendríamos que estar en Santiago. Me dirijo al bar y solicito hablar
con el Jefe de tren. Le pregunto qué hacer, si puedo bajar en Ourense ya que en
Santiago ya he perdido la conexión a Vigo. Me aconseja seguir a Santiago. Le
pregunto por el follón en que nos encontramos. Me dice que a las 9,15 no había ningún maquinista disponible
para hacerse cargo del tren. Que había una huelga encubierta de maquinistas.
Que pensaron en fletar autobuses. Pero que apareció un maquinista que podría
llevarnos hasta Medina del Campo, y que nos llevó a Segovia. Que en Segovia, se
dirigió a la cabina, pero el maquinista no estaba. Nos unieron a otro tren y
llegamos a Zamora. Mientras reponíamos fuerzas con el refrigerio de la bolsa,
apreció un maquinista. Los maquinistas no trabajan ni un minuto más de las
cinco horas, sobre todo después de accidente de “Angruas”, docto portavoz del
PP, Rafael Antonio Hernando. Que cuando llegan unos políticos ponen a los suyos
aunque no tengan idea; que no se repone el personal aunque aumenten los servicios,
que los nombramientos son “digitales” y
sin responsabilidad ante el mal uso del dinero público….
Ana Pastor, la zamorana médico de Creciente, del club marianista,
encargada de curar las heridas y meteduras de Mariano, no se ha enterado, pero
cuando lo haga, inmediatamente, convocará una reunión.
A las 16,59 llegamos a Orense y pasamos a otro tren destino Santiago.
Nos comunican que al llegar a Santiago los viajeros con destino a Villagarcía,
Pontevedra y Vigo tomaremos un autobús que ya nos está esperando en la
estación. Llegamos a Santiago a las
18,40 e iniciamos la segunda parte del viaje turístico combinado. Salimos de
Santiago y tomamos la autovía de Barbanza, disfrutamos de Arousa Norte,
abandonamos la autovía, cruzamos el río Umia; a la izquierda los barcos
wikingos, a la derecha las Torres del Oeste, en Catoira “Chave e selo de
Galicia”; el verde que se refleja y descansa en la quietud de la ría pero sin
muchos ánimos para el disfrute ni tampoco para el consuelo; ni la maldad de hoy
se consuela al contemplar desde la ventana el cementerio cansado. Llegamos a Carril, las parcelas de las almejas están
tristes, sin gracia, por la cantidad de lluvia de los últimos meses; los
bosques de “loureiros” de la isla de Cortegada, con su olor marinero, intentan
animarlas. Doblamos en la rotonda buscando los sabores de las almejas a la
marinera de Casa Loliña, saludamos la playa de Compostela y atravesamos
Villagarcía; los primeros del bus turístico se quedan en su destino, la estación
del tren. A la derecha nos mira el Monte Lobeira y pasamos por el Churrasco de
Rubianes ¡cuántos momentos de bacalao, abadejo y churrasco de toda la familia¡.
Llegamos a Pontevedra, pasamos por el puente de la autopista, construido para
cerrar la ría y poder contemplar esa fábrica de “pasta” para los 12 Consejeros
y una Consejera a cuenta de la ría, del medio ambiente y de la salud de todos,
ENCE, a quién el Gobierno en funciones,
con urgencia, nocturnidad y alevosía concedió una prórroga de 60 años en unos
terrenos públicos. ¡ Eso si es negocio, buena vista y puertas giratorias
agradecidas y bien pagadas ¡. Se baja un grupo en la estación y continuamos los
cuatro resistentes hasta Vigo. A las 20, 30 a la izquierda, la isla de San
Simón, de gritos, susurros y sueños, y antes del Puente de Rande, los galeotes
hundidos, los cañonazos de Drake y a la derecha, las Cíes guardianes. El reloj
del autobús señala las 20,40 al llegar a la estación de Guixar. Salgo corriendo
con la maleta, no me paro en ninguna de
las terrazas pese a la sed, quiero alejarme del tren. Llego a la Estación
Marítima, sorteo las esculturas de emigrantes, que siempre toman el barco, y
subo a la cafetería Albatros; en la terraza, frente a Cíes y Cangas; con la
puesta de sol, dos “estrellas” y la conversa con mi hermano Anxo, el tono vital
me va cambiando. A las 10,30 tomo el barco para Cangas, el viento mareiro en
cubierta me va abriendo los poros; Cíes,
la libertad y a la espalda las lámparas de Vigo.
Llego a la taberna del Jefe, me espera mi hermana Rosa y su amiga
Olga; me preguntan porque llego tan tarde, y ante el Jefe y Pilar, arremeto
contra tirios y troyanos, en arameo y sánscrito; y a cada momento con más énfasis y
acompañamiento de adjetivos más fuertes. Olga me pide tranquilidad, que no tome
las cosas así, que no me deje llevar por el embudo en que nos quieren meter,
que la vida es de uno mismo, que disfrute de las deliciosas luras que me ha
preparado Pilar, y que mañana será otro día y que, como va a hacer bueno, que
disfrute de la magnífica playa de Barra,
desnudo de prejuicios, libre. Olga estuvo en Pubai-Orisa en la India, después
de un devastador tifón y también en Nepal a los pocos días del último terremoto.
“Lloré por unos zapatos…. hasta que vi a un hombre sin piernas” (Proverbio hindú)