miércoles, 15 de junio de 2016

De Chamartín a Pubai-Orissa (India)

El 1 de junio, miércoles, el tren Alvia 04095 tenía prevista su salida a las 9,15 con destino a Ferrol. Pasan los minutos y los viajeros se van arremolinando en los vomitorios de acceso a las vías 16 y 17, mirando  a las pantallas con creciente nerviosismo y en espera de poder leer alguna información. Las pantallas están calladas pero el runrún va en aumento. A las 10,45 las pantallas indican que podemos embarcar por la puerta 17 hacia el tren más alejado de la estación. Pasamos el control de seguridad y con el paso acelerado superamos el tren de 13 unidades y accedemos al siguiente. Personal de RENFE nos indica que podemos ocupar cualquier asiento de cualquier coche porque en Medina del Campo cambiaríamos de tren. Pasado un cuarto de hora, iniciamos la marcha, pero hacia atrás, para ocupar el sitio que ocupaba el tren al que antes habíamos superado y que había ya salido. Llegamos a Segovia y paramos. Nos advierten por megafonía que estaremos parados una hora y que podemos bajarnos del tren.























La primera parada turística en Segovia, no sería la última

Consumida la espera, cambiamos de tren y salimos para Zamora y llegamos a las 13,30. Nos comunican que haremos una parada de 40 minutos y que podemos acercarnos al bar donde podremos recoger una bolsa con un bocadillo, una fruta y una botella de agua. Como dijo  Stanley Payne hace  unos días en El País y en FAES , “los españoles aguantan mucho”; se oyen los comentarios en el móvil “No sé si llegaremos en Navidad”. “No nos dicen a donde nos llevan”. “Nos dan un bocadillo, como si estuviéramos en la cárcel”; algunos lleva sus billetes en la mano para acreditar “su derecho” al bocadillo. A las 14,15 reiniciamos la marcha, a la hora que tendríamos que estar en Santiago. Me dirijo al bar y solicito hablar con el Jefe de tren. Le pregunto qué hacer, si puedo bajar en Ourense ya que en Santiago ya he perdido la conexión a Vigo. Me aconseja seguir a Santiago. Le pregunto por el follón en que nos encontramos. Me dice  que a las 9,15 no había ningún maquinista disponible para hacerse cargo del tren. Que había una huelga encubierta de maquinistas. Que pensaron en fletar autobuses. Pero que apareció un maquinista que podría llevarnos hasta Medina del Campo, y que nos llevó a Segovia. Que en Segovia, se dirigió a la cabina, pero el maquinista no estaba. Nos unieron a otro tren y llegamos a Zamora. Mientras reponíamos fuerzas con el refrigerio de la bolsa, apreció un maquinista. Los maquinistas no trabajan ni un minuto más de las cinco horas, sobre todo después de accidente de “Angruas”, docto portavoz del PP, Rafael Antonio Hernando. Que cuando llegan unos políticos ponen a los suyos aunque no tengan idea; que no se repone el personal aunque aumenten los servicios, que los nombramientos son                                 “digitales” y sin responsabilidad ante el mal uso del dinero público….
Ana Pastor, la zamorana médico de Creciente, del club marianista, encargada de curar las heridas y meteduras de Mariano, no se ha enterado, pero cuando lo haga, inmediatamente, convocará una reunión.
A las 16,59 llegamos a Orense y pasamos a otro tren destino Santiago. Nos comunican que al llegar a Santiago los viajeros con destino a Villagarcía, Pontevedra y Vigo tomaremos un autobús que ya nos está esperando en la estación. Llegamos  a Santiago a las 18,40 e iniciamos la segunda parte del viaje turístico combinado. Salimos de Santiago y tomamos la autovía de Barbanza, disfrutamos de Arousa Norte, abandonamos la autovía, cruzamos el río Umia; a la izquierda los barcos wikingos, a la derecha las Torres del Oeste, en Catoira “Chave e selo de Galicia”; el verde que se refleja y descansa en la quietud de la ría pero sin muchos ánimos para el disfrute ni tampoco para el consuelo; ni la maldad de hoy se consuela al contemplar desde la ventana el cementerio cansado. Llegamos  a Carril, las parcelas de las almejas están tristes, sin gracia, por la cantidad de lluvia de los últimos meses; los bosques de “loureiros” de la isla de Cortegada, con su olor marinero, intentan animarlas. Doblamos en la rotonda buscando los sabores de las almejas a la marinera de Casa Loliña, saludamos la playa de Compostela y atravesamos Villagarcía; los primeros del bus turístico se quedan en su destino, la estación del tren. A la derecha nos mira el Monte Lobeira y pasamos por el Churrasco de Rubianes ¡cuántos momentos de bacalao, abadejo y churrasco de toda la familia¡. Llegamos a Pontevedra, pasamos por el puente de la autopista, construido para cerrar la ría y poder contemplar esa fábrica de “pasta” para los 12 Consejeros y una Consejera a cuenta de la ría, del medio ambiente y de la salud de todos, ENCE,  a quién el Gobierno en funciones, con urgencia, nocturnidad y alevosía concedió una prórroga de 60 años en unos terrenos públicos. ¡ Eso si es negocio, buena vista y puertas giratorias agradecidas y bien pagadas ¡. Se baja un grupo en la estación y continuamos los cuatro resistentes hasta Vigo. A las 20, 30 a la izquierda, la isla de San Simón, de gritos, susurros y sueños, y antes del Puente de Rande, los galeotes hundidos, los cañonazos de Drake y a la derecha, las Cíes guardianes. El reloj del autobús señala las 20,40 al llegar a la estación de Guixar. Salgo corriendo con la maleta, no me paro  en ninguna de las terrazas pese a la sed, quiero alejarme del tren. Llego a la Estación Marítima, sorteo las esculturas de emigrantes, que siempre toman el barco, y subo a la cafetería Albatros; en la terraza, frente a Cíes y Cangas; con la puesta de sol, dos “estrellas” y la conversa con mi hermano Anxo, el tono vital me va cambiando. A las 10,30 tomo el barco para Cangas, el viento mareiro en cubierta me va abriendo los poros;  Cíes, la libertad y a la espalda las lámparas de Vigo.
Llego a la taberna del Jefe, me espera mi hermana Rosa y su amiga Olga; me preguntan porque llego tan tarde, y ante el Jefe y Pilar, arremeto contra tirios y troyanos, en arameo y  sánscrito; y a cada momento con más énfasis y acompañamiento de adjetivos más fuertes. Olga me pide tranquilidad, que no tome las cosas así, que no me deje llevar por el embudo en que nos quieren meter, que la vida es de uno mismo, que disfrute de las deliciosas luras que me ha preparado Pilar, y que mañana será otro día y que, como va a hacer bueno, que disfrute de la  magnífica playa de Barra, desnudo de prejuicios, libre. Olga estuvo en Pubai-Orisa en la India, después de un devastador tifón y también en Nepal a los pocos días del  último terremoto.
“Lloré por unos zapatos…. hasta que vi a un hombre sin piernas” (Proverbio hindú)

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